Literatura 3°5

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En este blog están todos los textos que vamos trabajando a lo largo del año y sus respectivos análisis, las biografías de los escritores, conceptos y más...

miércoles, 23 de mayo de 2012

Nunca mires al pasado | Historia creada por Andrés Dorta para 3°5


Nunca mires al pasado


Alguna vez cuando vos estas en algún lugar solo ¿No sentiste que alguien te mira pero sabes que estás solo?

Bueno yo te voy a decir lo que te podría estar mirando.
Hace algún tiempo atrás un niño de 7 años llamado Taylor como todos los días iba de regreso del colegio hacia su casa por el mismo lugar, pero un día un perro negro lastimado en una de sus patas se cruzo por su camino, Taylor conmovido fue tras el perro, lo siguió hasta un lugar desolado, y mientras el niño se dio la vuelta para ver donde estaba, el perro desapareció, entonces el niño perdido, fue en busca de ayuda para poder volver a su casa pero no encontró más que una pequeña casona, al ver que que anochecía se metió sin dudarlo, pero al entrar se dice que Taylor grito y grito de desesperación pero no había nadie para socorrerlo, pero ¿Por qué gritaba Taylor? Se dice que cuando entro a la casona vio una silueta, que al parecer era una mujer con un vestido blanco, esta estaba arrodillada y mirando a un espejo. La mujer se levanto y se dio la vuelta y miró a Taylor fijamente a los ojos. Esta mujer padecía de una deformidad anormal y tenia los ojos rojos como la sangre y de estos manaba dificultosamente una lágrima negra, entonces Taylor se quedo petrificado del susto al ver a esta silueta que no se parecía a nada de este mundo y se murió a causa de un infarto al corazón.
Al día siguiente la policía junto a su madre lo fueron a buscar, y por la información que les dieron llegaron a la casona, apenas entraron vieron el cuerpo sin vida de Taylor en el suelo, pero lo mas extraño fue que al acercarse al cuerpo vieron que lo ojos de Taylor estaban de un color rojo brillante, los policías con un poco de miedo se lo llevaron. En el momento que iban de salida un policía miro atrás porque creyó que algo lo observaba, lo que vio fue dos pares de ojos rojos ¿pero de quien eran ese par de ojos adicionales?, entonces el policía lleno de miedo no dijo nada, pero en el camino enloqueció y se suicido con su pistola pero nadie supo porque lo hizo.

Y ahora lo que te voy a decir no es un juego, cuando te encuentres solo y repites tres veces el nombre de Taylor en voz clara y fuerte sentirás que alguien te mira atrás tuyo, pero te aconsejo que no te des vuelta o podrías quedar marcado de por vida, yo lo intente apenas una vez, pero no lo hice directamente, sino a través de un espejo y lo que vi fue un par de ojos amenazantes color amarillos que me hipnotizaron por algunos segundos, de no haber sido por mi madre que llamo a la puerta tal vez jamás hubiera despertado.
Por eso te aconsejo no mirar hacia atrás, porque aunque no lo vi se dice que no solo te aparece un par de ojos, sino dos pares que se dice que un par son de Taylor, pero el otro par no se puede saber con exactitud pero se dice que son los mismos que miro Taylor antes de morir.

Historia creada por Andrés Dorta 3°5

viernes, 18 de mayo de 2012

Análisis de "Soledad" de Juan José Morosoli

Análisis de “Soledad” de Morosoli

Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris

Introducción

“El cuento soledad de Morosoli narra la historia del señor Domínguez que tenía una sola ocupación, darle de comer a su caballo.

Desde el Principio se nota el deterioro físico del caballo y el hambre que padece su dueño.

Domínguez comienza a pensar dos posibilidades: si no vende su caballo morirá de hambre y si lo vende tendrá su estómago lleno pero su alma quedará vacía. En los dos casos el desenlace será negativo. Por eso podemos decir que el personaje es trágico.

Gracias al caballo el hombre posee una tarea, algo para hacer en la vida.

La duda entre vender o no el caballo se resuelve por la negativa del bolichero.

El instinto de supervivencia supera el amor por el caballo.

Luego de la venta Domínguez queda vacío ya nunca tendría nada más que hacer.

La necesidad biológica (de comer) lo llevó a la venta de su vida.

El hombre no sabe que hacer, lo único que le queda es ponerse a llorar.”

Comienzo el análisis del texto con un comentario que me llegó hace un tiempo atrás y resume claramente el cuento y lo más esencial de él. Creo que el comentario sirve como un punto de partida para acercarnos al texto. Tal comentario fue realizado por “Bruno” y pueden leerlo publicado en la página.

Tema:

De lo dicho anteriormente se puede deducir que el tema, planteado ya en el título, es la soledad. Pero no una soledad entendida como simplemente estar solo. En este texto se plantea algo un poco más profundo porque a través de una situación particular, un prototipo de hombre de campo, se presenta una soledad absoluta: social, emocional, existencial. En todas termina el personaje.

El título no tiene nombre, porque no hace referencia a una soledad en particular, sino a la soledad más profunda del ser humano.

Este personaje, prácticamente aislado, cuyo único vínculo es un caballo, que es su responsabilidad y su única tarea en la vida; no puede reconocer que ese vínculo, tan primario es el único que tiene, y lo único que tiene. Es al fin ese vínculo lo que lo sostiene con vida, y no puede reconocer su importancia hasta que lo destruye por algo también básico, como es un plato de comida.

Otro de los temas planteados en este texto es la deshumanización. El mundo deshumanizado, insensibilizado, materialista, hace que el personaje, que también ve así al mundo, se acostumbre y sobreviva a él. Pero a medida que el cuento va transcurriendo, el personaje se dará cuenta que este mundo puede ser mucho peor de lo que ha vivido hasta el momento. Puede ser tan cruel, indiferente, y despiadado como una fiera de circo. Este mundo de “dobles caras” fue lo que lo hizo aislarse, luchar por la simple supervivencia, con un mínimo de dignidad (queso y dulce cuando cobra la pensión) hasta transformarlo a él mismo en una fiera, totalmente aislada y vacía de su propia vida. Al menos en este mundo tenía un amigo, y una vida, en la ruina, pero al menos lo era, y terminará sin nada, sin encontrar un sentido a estar vivo y levantarse cada mañana.

Este tema tiene relación con el mundo en que Morosoli escribe. Un mundo donde el individuo como tal resulta incomprendido, donde su existir no vale nada sino tiene nada a cambio que dar o no puede tener éxito como piensa su sobrino, no ha sabido hacer algo útil con su vida.

Estructura:

El cuento cuenta con una estructura formal y una estructura interna.

En la estructura formal podemos ver un rasgo estilístico del autor, que influenciado por el insipiente cine, adopta una forma cinematográfica de narrar. Divide el cuento en seis partes, que formalmente separa con una línea. A su vez utiliza el presente histórico de forma insistente para involucrar al lector, quien parece ver lo que allí pasa, como si estuviera sucediendo en ese mismo momento en que se está contando. Tal como sucede con una película.

Las primeras dos partes podrían ser la presentación de personajes, el ambiente e incluso la situación conflictiva, y las reflexiones que el personaje hace respecto a su situación. Por lo tanto sería el marco. Incluimos la segunda parte, porque allí se presenta, objetivamente al caballo, y no a través de la mirada de Domínguez, siendo el caballo uno de los personajes protagónicos en esta historia.

La tercera, cuarta y quinta parte sería el desarrollo o el nudo, porque allí se produce el movimiento de la acción. Son las circunstancias y sus acciones lo que lo llevará a tomar la decisión.

La última parte, ya es el desenlace, donde vemos el fin del personaje, y sus reflexiones finales, el descubrir su verdadera condición y en lo que se ha convertido. Esta es la parte más lírica del cuento.

Marco

El narrador, en tercera persona (narrador externo) asume, en esta primera parte, el punto de vista del Domínguez. Al asumir este punto de vista, parece transformarse en un narrador equisciente, sin embargo, en la segunda parte vemos que parece saber lo que siente el caballo, por lo tanto podríamos discutir si no es un narrador omnisciente que simplemente nos oculta información.

El primer párrafo del cuento se centra en presentarnos lo esencial y más importante del cuento: al personaje de Domínguez asociado a su tarea y a su relación con el caballo. Él es eso: su tarea y su vínculo. El nombre Domínguez, asociado al morfológicamente al día domingo, nos sugiere algunos puntos de análisis. El domingo es el día de la familia, pero también es el día en que comúnmente no se trabaja. En el caso de este personaje, ambos aspectos son relevantes, precisamente porque en su persona confluyen en lo contrario, Domínguez trabaja todos los días para su caballo, y no tiene familia con quien compartir nada. De esta manera, el nombre que es la identidad de una persona, en el caso de Domínguez parece estar desconectada de él. Ha perdido su identidad, su conexión consigo mismo, lo que luego se refleja en la pérdida del único ser que significa algo para él.

El otro aspecto importante de este párrafo es su tarea. Su única tarea, y esto se repite insistentemente en el cuento, y en esta presentación a través de palabra con un estilo sentencioso y terminante: “su única tarea”, “la única cosa viva”, “ocuparse de algo en la vida”, “no tenía nada”, “absolutamente nada de qué ocuparse”, “el único alimento”. Esta reiteración tiene el propósito de que el lector comprenda la vacuidad de la vida de Domínguez, y la importancia sustancial de la tarea que realiza. Una tarea que no es sólo mantener a su caballo, sino mantenerse vivo, dentro de un proyecto, teniendo algo que le diera sentido a su vida. Una tarea que era más importante incluso que su propia alimentación, ya que lo hacía antes de desayunar, y esto es así porque en realidad la tarea es lo que lo mantiene con vida, activo. En otras palabras, el caballo, el ser responsable de él, el servir a otros, no es una tarea menor, es la razón de su vida, el motor que lo mantiene. Al fin y al cabo, este principio de vivir para los otros empieza a chocar en este mundo indiferente e individualista.

Pero esta tarea también tenía algo de sacrificio. No recoge cualquier comida para su caballo, va a buscarla a “los troncos podridos de los sauces”, es decir a los lugares que podrían resultar asquerosos para cualquier ser humano, pero no para Domínguez, que realiza esa tarea con amor y devoción, aunque no se de cuenta que es así. La realiza por costumbre, porque es su tarea, lo que hay que hacer, su responsabilidad. Todas las mañanas se da este pequeño sacrificio: primero ir a buscar la comida para el caballo, y luego, cuando el caballo come, entonces hay lugar para sí mismo, para sentarse a tomar mate y desayunar. El amor está dentro de la tarea cotidiana, de la costumbre, porque la razón de este pequeño sacrificio, está dada por la primera grafopeya del caballo que se da en este párrafo.

Éste es un “viejo caballo”, “sin dientes, bichoco y con los ojos opacos de nubes lechosas”. No tiene dientes con qué comer, por eso deben ser hojas suaves, podridas, para que el caballo no tenga que lastimarse comiendo. Está con cataratas (“nubes lechosas” metáfora que indica su dificultad para ver, pero no para sentir), que no le permiten ver, pero que al final parecerá que ve más claro que el propio Domínguez. Además de no poder comer cualquier cosa, estaba enflaqueciendo, y el narrador, mirando a través de los ojos de Domínguez, supone que no aguantará otro invierno, estación que simbólicamente sugiere la muerte. Pero esta grafopeya del caballo va en íntima relación con Domínguez. No en su aspecto físico, sino más bien en su vida, ya que el personaje ha cortado todo vínculo social, con el sobrino, con los bolicheros, y sólo se ha quedado con su caballo. Igual que éste, está más cerca de la muerte que de la vida misma.

El narrado utiliza el presente histórico al mencionar el adverbio “Ahora”, de esta manera la acción se presentiza, y el lector parece estar viendo preparándose para el desayuno. La utilización de este estilo involucra al lector quien no puede estar ausente de lo que sucede.

Una vez que ha terminado su tarea, recién Domínguez tiene derecho a ocuparse de sí mismo. Esto no es una obligación que le haya impuesto nadie, es algo que él mismo ha tomado como tal, y ya hemos hablado de lo importante que es para él, aunque él no lo perciba en su total dimensión.

El paisaje que nos muestra del personaje es la pobreza. Su desayuno es mate dulce, su asiento es de cuero de vaca, su existir es un pobre transcurrir. Irónicamente el narrador dice que toma su mate dulce, pero sin azúcar, porque esta se había terminado. Y no concluye ahí, inmediatamente nos presenta la extrema pobreza: “desayunaba, almorzaba y cenaba con mate dulce”. El personaje come todos los días la frustración de no tener, ni siquiera la azúcar, un pequeño gusto, para acompañar su mate. En su pobre transcurrir no está posibilidad de mirar a un futuro. Domínguez sobrevive, vive un presente constante, donde lo que importa es cómo resolver el problema inmediato. Esto es lo que lo llevará a no poder pensar en la importancia de la decisión que toma. Cuando piensa en soluciones para su situación, no lo hace de forma profunda, sino de forma de resolver su inmediatez, porque ese es el mundo en que vive, el mundo marginal. Y podríamos pensar que sólo es el de Domínguez, pero no necesariamente es así, ya que la inmediatez es uno de los males que aquejan a todos los individuos de este mundo mercantil y globalizado, que han perdido la idea de lo trascendente.

Tres posibilidades se le ocurren a Domínguez para remediar su situación. Estas van desde lo más cercano, el sobrino, a lo más desconocido, el circo; como si el personaje fuera revisando primero su pequeño círculo y lo vaya ampliando. Es interesante ver como en la elección del circo, él de alguna manera ya está eligiendo alejarse de sí mismo y de lo afectivo, buscar lo impersonal, aunque ese mundo lo terminará poniendo frente a sí mismo de la manera más cruda.

La primera posibilidad que considera es la del sobrino que vive del otro lado del pueblo. La ubicación geográfica ya nos presenta a un personaje antitético de Domínguez. En primer lugar es más joven que él, en segundo está en la otra punta del pueblo, y tercero se encuentra en una mejor posición económica que Domínguez.

No es sólo el hecho de que sea antitético lo que deja esta posibilidad en el ámbito del pensamiento. También está el hecho de que el sobrino suele “darles consejos”, es decir reprocharle la vida que lleva. Este reproche llega incluso a la insinuación de que “siendo tan viejo no hubiera aprendido a vivir”, un comentario totalmente ofensivo, como si el sobrino, por darle un plato de comida se creyera con derecho a juzgar una vida, que seguramente llegó a estas circunstancias como producto de un profundo descreimiento del mundo. Domínguez es pensionista, por lo tanto un hombre que ha trabajado antes, pero que su fin ha sido entregarse a esta suerte de pobre transcurrir, sin trascendencia, hasta la muerte misma. El sobrino no ve realmente a su tío, ni lo comprende, parece creerse con el derecho de que por estar en un mejor momento de su vida, y en superioridad de condiciones, de enseñarle a otros cómo vivir. Domínguez, ante la indignación, por un plato de comida tiene que “olvidar sus canas” es decir olvidar su experiencia, su vida misma, su identidad por algo tan básico como es comer. Algo de orgullo queda en el protagonista como para no querer ir a pedirle al sobrino, aún en una situación casi límite. El orgullo es, prácticamente, lo que le recuerda su condición humana. Debe sostener su impotencia en el gesto “sujetarse las manos”, para no darle una cachetada al “mocoso” que le recordaría la importancia de tener respeto a los hombres que han vivido mucho más que él. Ni siquiera ese gusto puede darse.

Pero en la vida de Domínguez, siempre hay un “pero”, cada decisión tiene algo que no termina de convencerlo que lo mantiene inmovilizado o lo lleva ver que el mundo no es tan lineal y sencillo. En este caso, más allá de su orgullo, el pero está dado por la expresión tan conocida en nuestro campo “pero dos días sin comer ablandan el cogote”, sugiriendo a través de la metáfora, la caída del soberbio. El cuello en alto, señal del hombre orgulloso y soberbio, quedan blandos, caídos frente a la falta de comida, a lo más vital para que el hombre se sostenga con vida. Así en nuestro campo se ablanda el cogote de las gallinas, duras, en varios días en el agua hirviendo. Todo hombre tiene en algún momento su punto de quiebre.

Pero aún así, Domínguez piensa en otra posibilidad y descarta la del sobrino. Esta es la de los bolicheros. Existía un bolichero nuevo en el pueblo a quien podía probar pidiéndole fiado. Pero otra vez el “pero”, ya que tal vez este bolichero hubiera sido avisado por otros de que él no era un buen pagador. Esta actitud de Domínguez de no ser buen pagador puede verse también a través de varios puntos de vista, pero quién puede juzgar realmente. Por un lado sabemos que no es una actitud honesta deber y no pagar, porque esos bolicheros han confiado en Domínguez para darle lo que necesitaba, y luego él se olvidaba de lo que debía y se iba a comprar a otros lugares lejanos. Es decir, traicionaba la confianza de su entorno más inmediato, una forma extraña de “suicidarse”. Por otra parte, Domínguez justifica su accionar diciendo que “la pensión era muy chica”, y además por unos días le gustaba ver queso, dulce y vino en su mesa. Esto que en realidad es un despropósito para la pobreza de Domínguez, es una pequeña compensación por los años trabajados, por la tarea que realiza, en que pone en su lugar a su amigo el caballo antes que a él mismo, una especie de recompensa pequeñísima que le recuerda que tiene derecho a ser humano, y a gustar de algo tan básico como estos tres comestibles, que en su vida resultan un lujo, pero también necesario para sostenerse. Así resulta difícil de juzgar, si bien sabemos que su actitud no es la más conveniente, visto desde él mismo, es una pobre situación, que no le da derecho ni a sentirse recompensado por nada. No hace falta el juicio, pero si la comprensión, de una situación en la que ambas partes tienen razón.

La forma en que aparece la posibilidad del circo es casi mágica. Aparece de casualidad. Irrumpe en la vida de Domínguez, con ruido, algarabía, alegría, y magia, un payado, un elefante, la cara atractiva del circo. Pero en seguida se muestra la otra cara, la indiferente, la cruel, fría, despiadada, y viene de la mano de un niño, alguien que suponemos inocente, y más ligado a la magia del circo que a la crueldad de este. Pero este niño, representante del futuro, ya conoce la cara oscura del circo. Es el “hijo menor de Umpierrez”, lo que refuerza más el contraste entre lo que debería ser un niño, y lo que es. Este niño viene cargando una bolsa de gatos, con una gata y seis gatitos recién paridos. La crueldad está ya planteada, un animal indefenso con sus hijos, serán vendidos para alimentar a las fieras. Este niño no cree en la magia del circo, sino que sabe que vive en un mundo frío, mercantil, donde lo principal es la plata, donde lo sensible no tiene lugar, hay que vivir, o al menos disfrutar de los placeres que el dinero puede dar. No importa cuánto esto cueste en la psiquis del hombre, la sensibilidad está dormida, así que sólo importa lo individual y su necesidad o su deseo. Ese es el mundo del niño, el mundo que está y que se viene, y el mundo en que Domínguez intenta sobrevivir. Un mundo deshumanizado y violento.

Es ese mismo niño quien informa a Domínguez la posibilidad de vender animales al circo. Domínguez reconoce, dentro de su escala de valores que esto es una “herejía”, sin embargo no duda en ponerlo en consideración. Para ello hará dos tipo de justificaciones, una superficial, desprovista de sentimientos, y la otra más íntima y reconociendo la condición de su caballo.

Ambas justificaciones están apoyadas por la mirada reflexiva de Domínguez, quien se para al fondo de su terreno, con su mate, a pensar, con ese ritmo que da esta acción.

La primera justificación está planteada desde la voz misma de Domínguez, y cargada de puntos suspensivos (reticencias) imitando así, el pensamiento y su transcurrir. Por otra parte, la reticencia deja que el lector termine la idea, y mantiene lo no dicho suspendido en el aire. Sus ideas rondan sobre la molestia que puede ser un caballo muerto en la planta urbana. Molestia que le crearía un problema con los vecinos, ya que según su percepción el caballo va a morir tarde o temprano, y por su condición de viejo será más la segunda que la primera. No hay en esta reflexión nada humano más que su problema si llegara a morir, intentando así justificar la posibilidad de sacrificarlo sin culpa. Pero cuando lo vuelve a mirar y lo halla “cada vez más flaco”, no puede sostener esa mirada tan despojada de lo afectivo y se ve obligado a hacer una justificación más acorde a su amigo.

Para esta segunda mirada, Domínguez necesita hacer una nueva grafopeya, donde los aspectos enfermizos del caballo queden remarcados. Es necesario convencerse de que el caballo enfermo está sufriendo y matarlo sería un acto de amor de su parte, para que no sufra más. Así ve los ojos con “dos pozos como nueces”, y con esta comparación lo transforma en un ciego. No sólo eso ve, sino la imagen abyecta de un grano en el hocico que supura. Y llega a la última comparación, en la que se para porque lo conecta con lo que en realidad es el caballo para él, sin embargo no puede detenerse demasiado en eso, porque sería imposible, entonces cumplir su propósito. Esta comparación que lo acerca a este caballo humanizado es cuando dice: “de noche tosía como un hombre”. Domínguez no soporta tal idea, y enseguida habla de la comida que ya ni puede comer, para llegar a la conclusión que necesita “con matarlo se le hacía un favor”.

Pero existe un rayo de lucidez en su pensamiento que lo hace dudar, por ahora y esta: “pero morirse porque a uno le llegó la hora, o porque quién sabe quién lo ordena, es una cosa y que a uno lo maten para darle de comer a los bichos que hacen prueba, es otra cosa…”. Este es un mundo sin Dios, pero no necesariamente sin conciencia de que la vida o la muerte no deben ser determinadas por los hombres, sino por una fuerza superior a él. Esta condición de vida o muerte todavía sigue siendo sagrada en la mente de Domínguez, pero no por mucho tiempo, y es esta misma condición lo que conserva de humano esta sociedad deshumanizada. Es un límite, matar para dar de comer a las fieras es perder el respeto a esta impotencia que el hombre debe tener frente a la vida y la muerte.

Con esta explicación, Domínguez parece conformarse, y el narrador pasa ahora a contar un episodio cotidiano del caballo, que lo describe como un ser de inmensa ternura, y define la relación entre ambos. El caballo lo espera, lo acompaña, lo “empuja cariñosamente” calzando su cabeza en las espaldas. Es capaz de mostrar el cariño que Domínguez prefiere negar, para poder tomar su decisión. Una vez más el presente histórico “es lo que hace ahora”, nos muestra lo cotidiano del proceder del caballo, que contrasta con la reflexión pragmática de Domínguez.

Nudo

Hasta este momento la acción ha sido predominantemente pasiva. Domínguez reflexiona, y todo sucede en su cabeza, y en el mundo exterior, el circo que pasa frente a sus ojos. Sin embargo, a partir de este momento, la acción pasará a ser exterior, y Domínguez empezará a moverse, ya sin pensar. Esta acción está marcada por “de tardecita salió”. Es interesante observar el manejo temporal del cuento. El mismo comienza a la mañana, su nudo se desarrolla en la tardecita-noche, y el final es en la noche y la madrugada. Parece que toda la acción se desarrolla en un día, y acercarse a noche es símbolo del declive, no sólo del fin del caballo, sino también de la vida de Domínguez, cuya vida cambia y llega a lo más profundo en tan sólo un día.

La decisión de Domínguez es ir a ver al bolichero nuevo e intentar pedirle fiado, sino lo conseguía, tendría que vender al caballo. Una vez más las decisiones de Domínguez no son de él, sino de las circunstancias externas. No decidirá él realmente, sino el bolichero, que sin saberlo, empujará a Domínguez a venderlo. Esto nos muestra un personaje que no es capaz de responsabilizarse de su propia vida, sino que es llevado, permanentemente por su necesidad pragmática de satisfacer su hambre, quitándose de encima toda culpa “¿qué iba a hacer?”, como si la única alternativa posible fuera esta. Su necesidad apremia, y no existe entre sus posibilidades, resolver el problema a un mediano plazo, por ejemplo con un trabajo.

El encuentro con el bolichero es un ejemplo del mundo mercantil, lleno de hipocresía y desconfianza, aunque no será tan cruel e indiferente como el diálogo con el encargado del circo. La hipocresía, despreciable, al menos deja un clima de cortesía y mentiras.

Domínguez se presenta como no es, sin embargo no miente, es pensionista, pero también asegura que es buen pagador, lo cual sabemos que no es cierto, porque él mismo tiene a los otros bolicheros “marcados y recontramarcados”. Necesita de la mentira para moverse en este mundo, pero no cuenta con la desconfianza del otro, que “también era especial”. Frente a los dos o tres pesos que pide Domínguez, se antepone los cien que son el capital del comerciante. Esa es la excusa para no fiarle, aunque trata de quedar bien, diciéndole que los pensionistas le gustan mucho. Él es un trabajador y no está dispuesto a regalar su trabajo, pero para no perder al cliente le invita a venir cuando esté mejor asentado. Hay algo irónico en todo este diálogo, porque lo que verdaderamente mueve al comerciante es la desconfianza, ve que Domínguez no es exactamente lo que dice ser. Y Domínguez lo capta en seguida, y se toma su pequeñísima venganza “si algún día tengo plata, lo que es éste no le compro nada” como si eso fuera a desequilibrar las finanzas de este comerciante.

El mundo hipócrita del mercado todavía le dará lugar a pensar esta pequeña venganza, pero cuando se enfrente al mercado más despiadado, que lo acorrala, ya no tendrá posibilidad de creerse capaz de algo así. Domínguez irá entrando en estas leyes de mercado deshumanizado, sin siquiera imaginarse a qué se enfrenta. Si el mundo ha sido despiadado para él, aún no ha visto nada hasta llegar al circo. Este pozo en el que el personaje se va metiendo, contrasta vivamente con el sobrino, joven y engreído, que no parece saber tampoco al nivel que un ser humano puede llegar a humillarse.

El cuarto momento, marcado por la estructura formal, corresponde al encuentro de Domínguez y el encargado del circo. En este momento predomina el diálogo, casi como si fuera un texto dramático, aunque el clima sirve de introducción para este mundo podrido.

La atmósfera en la que entra Domínguez tiene un aspecto onírico (de sueño), más bien de una pesadilla, ya que nada en él es agradable. Como Dante al entrar al infierno no podía valerse del sentido de la vista, aquí el personaje, también en un ambiente parecido a lo infernal, debe valerse de otro sentido, el olfato; siendo este sentido algo que nos asalta y no se puede evitar, por más que nos tapemos la nariz. El olor de putrefacción (“orines y carne podrido”) anuncian también esa decisión cargada de podredumbre moral que Domínguez estará dispuesto a realizar. Así como el ambiente estará podrido, también lo estará en breve Domínguez cuando lleve a cabo su acción. Recordemos que las cosas pudren cuando se descompone la materia viva. Domínguez y este mundo están podridos en lo más profundo de su ser, porque su materia viva está sin vida en el caso del circo, y quedará sin vida en el caso de Domínguez.

Este ambiente infernal y onírico se refuerza con la oscuridad, que a partir de este momento irá predominando en el cuento. No puede ver, pero puede oler y escuchar, quejidos, movimientos, ronquidos, y esta anulación de la vista, que se repite varias veces, crea inquietud, no se puede reconocer exactamente lo que rodea al individuo, lo que lo zambulle en un clima de indefensión en el que Domínguez no repara, ni tampoco lo alerta o lo detiene. Lo único que puede identificar son los ojos de los tigres y leones. Domínguez no ve, pero es observado, lo que aumenta la indefensión. Lo diabólico aparece en la comparación de esos ojos con los botones con luz. Algo perverso, mágico e inhumano, por lo amenazante, aparece en esos ojos. Aún así, Domínguez no advierte el peligro de donde está.

El diálogo no será otra cosa que un reflejo de lo que ya se ha descrito, ya que el que habla, que ni siquiera es presentado, porque como ser humano no tiene importancia, será igual de cruel e indiferente, que esas fieras que lo único que les interesa es la comida. Este diálogo parece un símbolo del mundo despiadado que se viene.

Domínguez intenta hacer lo mismo que hizo con el bolichero, porque es la forma que conoce de negociar, así miente, diciendo que el caballo es sano. Incluso su inseguridad se muestra en el momento que dice “medio grande”, y el otro pregunta “gordo”, “no” contesta Domínguez. De alguna manera parece no estar decidido a mentir totalmente.

La indiferencia, la falta de afectos en este mundo se ve en varios aspectos. En primer lugar, sin dar mucha oportunidad, ni siquiera verlo, el encargado pone un precio, y por más que Domínguez quiera subir ese precio, el otro no se mueve de eso, y ni siquiera le da lugar, es más, juega con la necesidad de Domínguez de venderlo. No importa nada, ni el cuero, ni si el caballo vale más, sólo importa su carne para alimentar a las fieras. Domínguez intenta hacer valer a su caballo un poco más, ya que lo va a vender, a traicionar, pero es igual, el encargado es capaz de llegar a la crueldad más absoluta de decirle “tráigalo sin cuero” como si fuera posible sacarle la piel a un amigo. Para el encargado, poco importa lo que pueda sentir Domínguez, sólo interesa el negocio, metáfora de este mundo de capitalismo feroz.

Mayor es la presión cuando le dice que lo tiene que llevar hoy porque pasado mañana se van. No le ahorran a Domínguez nada de su traición. Él que no ha querido nunca asumir las responsabilidades de su vida, ahora tendrá que enfrentarlas todas hasta las últimas consecuencias, viéndolo todo, sabiéndolo todo, sin posibilidad de suavizar esta realidad o su traición.

Es en la última parte del nudo comienza el lirismo del cuento. Este se muestra en la utilización de frases muy cortas y la excesiva cantidad de signos de puntuación que enlentecen el ritmo de la misma. A su vez se repite la expresión “despacio” porque así vienen los personajes y así tenemos que leerlo a causa de las pausas. Cada frase parece uno de los pasos de los personajes. Esta marcha recuerda a la de una peregrinación o la de un cortejo fúnebre. Ambos personajes manifiesta el peso de ese dolor en su caminar. Pero nadie lo ve, otra vez la indiferencia de este mundo, nadie puede comprender lo que ambos sienten, y si lo comprendieran o lo vieran, tampoco les importa: “casi nadie se daba cuenta de que caminaban”. La imagen por sí sola refleja el interior de estos personajes, no obstante, el narrador plantea una frase poética, que parece reflejar el entorno pero que sugiere mucho más que eso: “Iban en la oscuridad como otra oscuridad que caminaba”. Son una oscuridad más oscura que la oscuridad misma. Si lo leemos literalmente es lógico pensar que en un lugar oscuro hay cosas que son más oscuras por el cuerpo que ocupan. Pero en este caso no sólo refiere a esto, sino a la “oscuridad” que aqueja a estos personajes en estas circunstancias. Son de por sí una oscuridad, unos cuerpos que nadie comprende ni a nadie interesa. La procesión ahora se reafirma dado que lo oscuro también sugiere la tristeza. Ellos en si mismo son una nueva oscuridad.

Esta oscuridad empieza a revelarse en la acción del caballo, quién calza la cabeza en la espalda, empujándolo, como lo hacía en la segunda parte, cariñosamente. Y aunque el narrador dice: “sin duda para no perderse”, en realidad este gesto muestra mucho del caballo. Es como si supiera a dónde lo llevan, y cómo si supiera lo que Domínguez quiere hacer, pero aún cuando Domínguez lo está traicionando, mayor dolor es pensar que el caballo, sabiendo, lo perdona y hasta lo empuja a hacerlo, como si pudiera con esto pagarle algo del sacrificio, que el mismo Domínguez ha hecho siempre por él. Esto puede deducirse porque la cabeza la sentía “como un dolor que le llegaba del caballo”. Este caballo parece ser mucho más que un animal, y donde nos descuidemos, es más hombre que el mismo Domínguez, porque parece comprender más que el personaje. Aún cuando Domínguez puede ver todo esto, no se detiene. Allí está. Sigue su camino como un destino trágico del que no puede dar vuelta atrás.

El dolor de estos personajes contrasta con la locura de las bestias que sabiendo que venía comida, esperan eufóricos la muerte del caballo. No hay lugar para el respeto del dolor ajeno, ellos no sienten, no pueden compadecerse, no pueden pensar más que en lo básico y vital como es la comida.

Domínguez no se conforma con entregarlo, y sin que entendamos bien por qué, tal vez por un afán de llegar al fondo de esta cuestión, tal vez para saber si iba a sufrir mucho, pregunta cómo lo matan. La crueldad se presenta ante sus ojos con el máximo horror, y aún así Domínguez no reacciona. Le dicen que lo matan pero no le dan de comer enseguida a los leones, sino que los hacen desear para que parezcan más jóvenes. Ni siquiera la muerte del caballo servirá para apalear una necesidad inmediata, sino para hacer desear. No sólo le dicen lo que harán sino que le muestran con qué lo matan, un marrón lleno de sangre y pelos, con lo que matan a todos los animales. El dolor, el duelo, la relación afectiva, contrastando con la bestialidad de este mundo sin sentimientos, podría haber hecho que Domínguez reaccionara, sin embargo sigue adelante, aunque sale de ahí “como borracho”. No porque hubiera tomado algo, sino porque sus sentidos están totalmente aturdidos ante tanta bestialidad, tanta falta de sensibilidad ante la vida.

Desenlace

El final de este cuento comienza con el verbo “salió” porque no sólo sale de ese lugar infernal, sino porque sale de la vida misma, sale también del “sueño” de sus sentimientos, sale de ese estado en que estaba dormido, en que no pensaba, ni quiería sentir. Comienza la anagnórisis, el darse cuenta.

Este estado del que se despierta se da progresivamente, por eso “estaba enfermo”, “con náuseas”, porque lo que acaba de descubrir no le permite disfrutar como si tal cosa. Intenta aturdirse un poco con alcohol para tapar sus sentimientos que ahora lo asaltan. Intenta seguir con su plan de comprar comida, pero no puede hacerlo normalmente, porque no ha perdido su condición humana, aunque sabe que se parece más a las fieras definidas arriba que a un ser humano. ¡Qué lo diferencia de aquellas bestias indiferentes que lo único que les interesa es la comida y su propia satisfacción!

Pero de esto se dará cuenta lentamente, por medio del silencio y la soledad total. Escucha al circo, los ruidos, los aplausos, la alegría del público, y sabe que su amigo ya está muerto. Esta algarabía contrasta con su tristeza. Los ruidos, con su silencio. La multitud con su soledad. Las luces del circo con la noche y la oscuridad que lo rodea.

“En el cielo la estrella de luces del circo se levanta como un barco detenido”, esta comparación nos revela algunas cosas. La estrella que sirvió para marcar el camino a tantos navegantes, que fue señal de lo divino, no tiene sentido en este mundo sin Dios, cruel e insensible. Marcó un rumbo, pero uno terrible. Es una estrella artificial, no real. A su vez se compara al circo con un barco detenido. El circo seguirá su curso, pero se ha llevado lo más importante para Domínguez, su contacto con la vida, su tarea, el motor para que él siga andando. Ese circo seguirá su rumbo, mientras Domínguez quedará detenido para siempre, sumergido en la más absoluta soledad.

“Era muy tarde”, pero no sólo en la noche, sino en la vida de Domínguez. Ya no hay más nada que hacer, y el narrador utiliza la metáfora “la noche se había vaciado de golpe”, ya no tiene nada más sentido, nada va a poder volver a llenar la vida de Domínguez. Se da cuenta que se parece a las fieras que buscan carne, y por eso no puede comer el asado que ha comprado. Comerlo sería parecerse más a ellas. Las náuseas de su acción no le permiten llegar a ese punto de insensibilidad.

A partir de este momento la soledad se mostrará a través de todo lo que Domínguez no hace. Es la reiteración constante de adverbios de negación los que nos muestran y nos hacen sentir el vacío del personaje: “no comía”, “no fumaba”, “no estaba triste”, “no hacía nada más”, “no tenía nada que hacer”, “ni traer pasto”, “nunca, nunca, nunca, lo que se dice nunca”, “nada que hacer”, “nada”, “nada”. Al no haber una tarea, una posibilidad de ocuparse de algo, todo resulta absolutamente inútil, la vida misma pierde su sentido. Para qué esperar la mañana, para qué levantarse cada día. No existía ni parece existir en Domínguez una proyección de vida. Accionó y no pensó qué haría después.

Ponerse a llorar tal vez sea una posibilidad de comenzar, ya que se permitió sentir, lo que hasta ahora no se había permitido. Con el llanto recupera su humanidad, y con ella se opone a este mundo insensible, pero no sabemos si esto bastará.

La existencia planteada al principio con aquellos adverbios terminantes, ahora se resignifican frente al vacío con prácticamente los mismo términos. Lo que lo unía al mundo era una “única cosa”, su tarea, al desparecer esta ya nada tiene sentido.

miércoles, 16 de mayo de 2012

El Gaucho Martín Fierro - José Hernandez

El Gaucho Martín Fierro es un poema narrativo argentino, escrito en verso por José Hernández en 1872, obra literaria considerada ejemplar del género gauchesco en Argentina, Uruguay y Río Grande del Sur (al sur de Brasil). Debido a que tiene una continuación, La vuelta de Martín Fierro, escrita en 1879, este libro es también conocido como "la ida". Ambos libros han sido considerados como libro nacional de la Argentina, bajo el título genérico de "El Martín Fierro". En "la ida", Martín Fierro es un gaucho trabajador que, la injusticia social vuelve gaucho matrero (fuera de la ley).
Narra el carácter independiente, heroico y sacrificado del gaucho. El poema es, en parte, una protesta en contra de la política del presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento de reclutar forzosamente a los gauchos para ir a la frontera contra el indio.

Aquí me pongo a cantar,
al compás de la vigüela
que al hombre que lo desvela
una pena estrordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.
 José Hernández, primera estrofa del Martín Fierro.


Dibujo del gaucho.
 
Leopoldo Lugones, en su obra literaria El payador calificó a este poema como "el libro nacional de los argentinos" y reconoció al gaucho su calidad de genuino representante del país, emblema de la argentinidad. Para Ricardo Rojas representaba el clásico argentino por antonomasia. El gaucho dejaba de ser un hombre "fuera de la ley" para convertirse en héroe nacional. Leopoldo Marechal, en un ensayo titulado Simbolismos del "Martín Fierro" le buscó una clave alegórica. José María Rosa vio en el "Martín Fierro" una interpretación de la historia argentina.
Este libro ha aparecido literalmente en cientos de ediciones y fue traducido a más de 70 idiomas. Entre ellos al esperanto y la última fue al quichua, tras nueve años de trabajo, por Don Sixto Palavecino y Gabriel Conti.

Biografía de José Martí


 

(La Habana, 1853 - Dos Ríos, Cuba, 1895) Político y escritor cubano. Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos económicos, a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el colegio municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive, quien se fijó en las cualidades intelectuales del muchacho y decidió dedicarse personalmente a su educación.

El joven Martí pronto se sintió atraído por las ideas revolucionarias de muchos cubanos, y tras el inicio de la guerra de los Diez Años y el encarcelamiento de su mentor, inició su actividad revolucionaria: publicó una gacetilla El Diablo Cojuelo, y poco después una revista, La Patria Libre, que contenía su poema «Abdalá».
A los diecisiete años José Martí fue condenado a seis de cárcel por su pertenencia a grupos independentistas. Realizó trabajos forzados en el penal hasta que su mal estado de salud le valió el indulto. Deportado a España, en este país publicó su primera obra de importancia, el drama Adúltera. Inició en Madrid estudios de derecho y se licenció en derecho y filosofía y letras por la Universidad de Zaragoza.
Durante sus años en España surgió en él un profundo afecto por el país, aunque nunca perdonó su política colonial. En su obra La República Española ante la Revolución Cubana reclamaba a la metrópoli que hiciera un acto de contrición y reconociese los errores cometidos en Cuba. Tras viajar durante tres años por Europa y América, José Martí acabó por instalarse en México.
Allí se casó con la cubana Carmen Sayes Bazán y, poco después, gracias a la paz de Zanjón, que daba por concluida la guerra de los Diez Años, se trasladó a Cuba. Deportado de nuevo por las autoridades cubanas, temerosas ante su pasado revolucionario, se afincó en Nueva York y se dedicó por completo a la actividad política y literaria.
Desde su residencia en el exilio, José Martí se afanó en la organización de un nuevo proceso revolucionario en Cuba, y en 1892 fundó el Partido Revolucionario Cubano y la revista Patria. Se convirtió entonces en el máximo adalid de la lucha por la independencia de su país.
Dos años más tarde, tras entrevistarse con el generalísimo Máximo Gómez, logró poner en marcha un proceso de independencia. Pese al embargo de sus barcos por parte de las autoridades estadounidenses, pudo partir al frente de un pequeño contingente hacia Cuba. Fue abatido por las tropas realistas cuando contaba cuarenta y dos años. Martí es, junto a Bolívar y San Martín, uno de los principales protagonistas del proceso de emancipación de Hispanoamérica.

La obra literaria de José Martí

Además de destacado ideólogo y político, José Martí fue uno de los más grandes poetas hispanoamericanos y la figura más destacada de la etapa de transición al modernismo, que en América supuso la llegada de nuevos ideales artísticos.
Como poeta se le conoce por Ismaelillo (1882), obra que puede considerarse un adelanto de los presupuestos modernistas por el dominio de la forma sobre el contenido; Versos libres (1878-1882), La edad de oro (1889) y Versos sencillos (1891), esta última decididamente modernista y en la que predominan los apuntes autobiográficos y el carácter popular.
En A mis hermanos muertos el 27 de noviembre (1872), publicado durante su destierro en España, Martí dedica sus versos a los estudiantes muertos en una masacre acaecida en aquella fecha. Su única novela, Amistad funesta, también llamada Lucía Jérez y firmada con el pseudónimo de Adelaida Ral, fue publicada por entregas en el diario El latino-Americano entre mayo y septiembre de 1885; aunque en su argumento predomina el tema amoroso, en esta obra de final trágico también aparecen elementos sociales.
Entre sus obras dramáticas destacan Adúltera (1873), Amor con amor se paga (1875) y Asala. También fundó una revista para niños, La Edad de Oro, en la que aparecieron los cuentos Bebé y el señor Don Pomposo, Nené traviesa y La muñeca negra, y colaboró con diversas publicaciones de distintos países, como La Revista Venezolana, la Opinión Nacional de Caracas, La Nación de Buenos Aires o la Revista Universal de México.
Cronista y crítico excepcional, hizo de muchos de sus textos auténticos ensayos, algunos de carácter revolucionario como El presidio político en Cuba (1871) -de gran fuerza lírica-, El Manifiesto de Montecristi o su Diario de campaña. Sus Obras completas (1963-1965) constan de 25 volúmenes.