Análisis de “Soledad” de Morosoli
Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris
Introducción
“El cuento soledad de Morosoli narra la historia del señor Domínguez que tenía una sola ocupación, darle de comer a su caballo.
Desde el Principio se nota el deterioro físico del caballo y el hambre que padece su dueño.
Domínguez
comienza a pensar dos posibilidades: si no vende su caballo morirá de
hambre y si lo vende tendrá su estómago lleno pero su alma quedará
vacía. En los dos casos el desenlace será negativo. Por eso podemos
decir que el personaje es trágico.
Gracias al caballo el hombre posee una tarea, algo para hacer en la vida.
La duda entre vender o no el caballo se resuelve por la negativa del bolichero.
El instinto de supervivencia supera el amor por el caballo.
Luego de la venta Domínguez queda vacío ya nunca tendría nada más que hacer.
La necesidad biológica (de comer) lo llevó a la venta de su vida.
El hombre no sabe que hacer, lo único que le queda es ponerse a llorar.”
Comienzo el análisis del texto
con un comentario que me llegó hace un tiempo atrás y resume claramente
el cuento y lo más esencial de él. Creo que el comentario sirve como un
punto de partida para acercarnos al texto. Tal comentario fue realizado
por “Bruno” y pueden leerlo publicado en la página.
Tema:
De lo dicho anteriormente se
puede deducir que el tema, planteado ya en el título, es la soledad.
Pero no una soledad entendida como simplemente estar solo. En este texto
se plantea algo un poco más profundo porque a través de una situación
particular, un prototipo de hombre de campo, se presenta una soledad
absoluta: social, emocional, existencial. En todas termina el personaje.
El título no tiene nombre, porque no hace referencia a una soledad en particular, sino a la soledad más profunda del ser humano.
Este personaje, prácticamente
aislado, cuyo único vínculo es un caballo, que es su responsabilidad y
su única tarea en la vida; no puede reconocer que ese vínculo, tan
primario es el único que tiene, y lo único que tiene. Es al fin ese
vínculo lo que lo sostiene con vida, y no puede reconocer su importancia
hasta que lo destruye por algo también básico, como es un plato de
comida.
Otro de los temas planteados en
este texto es la deshumanización. El mundo deshumanizado,
insensibilizado, materialista, hace que el personaje, que también ve así
al mundo, se acostumbre y sobreviva a él. Pero a medida que el cuento
va transcurriendo, el personaje se dará cuenta que este mundo puede ser
mucho peor de lo que ha vivido hasta el momento. Puede ser tan cruel,
indiferente, y despiadado como una fiera de circo. Este mundo de “dobles
caras” fue lo que lo hizo aislarse, luchar por la simple supervivencia,
con un mínimo de dignidad (queso y dulce cuando cobra la pensión) hasta
transformarlo a él mismo en una fiera, totalmente aislada y vacía de su
propia vida. Al menos en este mundo tenía un amigo, y una vida, en la
ruina, pero al menos lo era, y terminará sin nada, sin encontrar un
sentido a estar vivo y levantarse cada mañana.
Este tema tiene relación con el
mundo en que Morosoli escribe. Un mundo donde el individuo como tal
resulta incomprendido, donde su existir no vale nada sino tiene nada a
cambio que dar o no puede tener éxito como piensa su sobrino, no ha
sabido hacer algo útil con su vida.
Estructura:
El cuento cuenta con una estructura formal y una estructura interna.
En la estructura formal podemos
ver un rasgo estilístico del autor, que influenciado por el insipiente
cine, adopta una forma cinematográfica de narrar. Divide el cuento en
seis partes, que formalmente separa con una línea. A su vez utiliza el
presente histórico de forma insistente para involucrar al lector, quien
parece ver lo que allí pasa, como si estuviera sucediendo en ese mismo
momento en que se está contando. Tal como sucede con una película.
Las primeras dos partes podrían
ser la presentación de personajes, el ambiente e incluso la situación
conflictiva, y las reflexiones que el personaje hace respecto a su
situación. Por lo tanto sería el marco. Incluimos la segunda parte,
porque allí se presenta, objetivamente al caballo, y no a través de la
mirada de Domínguez, siendo el caballo uno de los personajes
protagónicos en esta historia.
La tercera, cuarta y quinta
parte sería el desarrollo o el nudo, porque allí se produce el
movimiento de la acción. Son las circunstancias y sus acciones lo que lo
llevará a tomar la decisión.
La última parte, ya es el
desenlace, donde vemos el fin del personaje, y sus reflexiones finales,
el descubrir su verdadera condición y en lo que se ha convertido. Esta
es la parte más lírica del cuento.
Marco
El narrador, en tercera persona
(narrador externo) asume, en esta primera parte, el punto de vista del
Domínguez. Al asumir este punto de vista, parece transformarse en un
narrador equisciente, sin embargo, en la segunda parte vemos que parece
saber lo que siente el caballo, por lo tanto podríamos discutir si no es
un narrador omnisciente que simplemente nos oculta información.
El primer párrafo del cuento se
centra en presentarnos lo esencial y más importante del cuento: al
personaje de Domínguez asociado a su tarea y a su relación con el
caballo. Él es eso: su tarea y su vínculo. El nombre Domínguez, asociado
al morfológicamente al día domingo, nos sugiere algunos puntos de
análisis. El domingo es el día de la familia, pero también es el día en
que comúnmente no se trabaja. En el caso de este personaje, ambos
aspectos son relevantes, precisamente porque en su persona confluyen en
lo contrario, Domínguez trabaja todos los días para su caballo, y no
tiene familia con quien compartir nada. De esta manera, el nombre que es
la identidad de una persona, en el caso de Domínguez parece estar
desconectada de él. Ha perdido su identidad, su conexión consigo mismo,
lo que luego se refleja en la pérdida del único ser que significa algo
para él.
El otro aspecto importante de
este párrafo es su tarea. Su única tarea, y esto se repite
insistentemente en el cuento, y en esta presentación a través de palabra
con un estilo sentencioso y terminante: “su única tarea”, “la única
cosa viva”, “ocuparse de algo en la vida”, “no tenía nada”,
“absolutamente nada de qué ocuparse”, “el único alimento”. Esta
reiteración tiene el propósito de que el lector comprenda la vacuidad de
la vida de Domínguez, y la importancia sustancial de la tarea que
realiza. Una tarea que no es sólo mantener a su caballo, sino mantenerse
vivo, dentro de un proyecto, teniendo algo que le diera sentido a su
vida. Una tarea que era más importante incluso que su propia
alimentación, ya que lo hacía antes de desayunar, y esto es así porque
en realidad la tarea es lo que lo mantiene con vida, activo. En otras
palabras, el caballo, el ser responsable de él, el servir a otros, no es
una tarea menor, es la razón de su vida, el motor que lo mantiene. Al
fin y al cabo, este principio de vivir para los otros empieza a chocar
en este mundo indiferente e individualista.
Pero esta tarea también tenía
algo de sacrificio. No recoge cualquier comida para su caballo, va a
buscarla a “los troncos podridos de los sauces”, es decir a los lugares
que podrían resultar asquerosos para cualquier ser humano, pero no para
Domínguez, que realiza esa tarea con amor y devoción, aunque no se de
cuenta que es así. La realiza por costumbre, porque es su tarea, lo que
hay que hacer, su responsabilidad. Todas las mañanas se da este pequeño
sacrificio: primero ir a buscar la comida para el caballo, y luego,
cuando el caballo come, entonces hay lugar para sí mismo, para sentarse a
tomar mate y desayunar. El amor está dentro de la tarea cotidiana, de
la costumbre, porque la razón de este pequeño sacrificio, está dada por
la primera grafopeya del caballo que se da en este párrafo.
Éste es un “viejo caballo”, “sin
dientes, bichoco y con los ojos opacos de nubes lechosas”. No tiene
dientes con qué comer, por eso deben ser hojas suaves, podridas, para
que el caballo no tenga que lastimarse comiendo. Está con cataratas
(“nubes lechosas” metáfora que indica su dificultad para ver, pero no
para sentir), que no le permiten ver, pero que al final parecerá que ve
más claro que el propio Domínguez. Además de no poder comer cualquier
cosa, estaba enflaqueciendo, y el narrador, mirando a través de los ojos
de Domínguez, supone que no aguantará otro invierno, estación que
simbólicamente sugiere la muerte. Pero esta grafopeya del caballo va en
íntima relación con Domínguez. No en su aspecto físico, sino más bien en
su vida, ya que el personaje ha cortado todo vínculo social, con el
sobrino, con los bolicheros, y sólo se ha quedado con su caballo. Igual
que éste, está más cerca de la muerte que de la vida misma.
El narrado utiliza el presente
histórico al mencionar el adverbio “Ahora”, de esta manera la acción se
presentiza, y el lector parece estar viendo preparándose para el
desayuno. La utilización de este estilo involucra al lector quien no
puede estar ausente de lo que sucede.
Una vez que ha terminado su
tarea, recién Domínguez tiene derecho a ocuparse de sí mismo. Esto no es
una obligación que le haya impuesto nadie, es algo que él mismo ha
tomado como tal, y ya hemos hablado de lo importante que es para él,
aunque él no lo perciba en su total dimensión.
El paisaje que nos muestra del
personaje es la pobreza. Su desayuno es mate dulce, su asiento es de
cuero de vaca, su existir es un pobre transcurrir. Irónicamente el
narrador dice que toma su mate dulce, pero sin azúcar, porque esta se
había terminado. Y no concluye ahí, inmediatamente nos presenta la
extrema pobreza: “desayunaba, almorzaba y cenaba con mate dulce”. El
personaje come todos los días la frustración de no tener, ni siquiera la
azúcar, un pequeño gusto, para acompañar su mate. En su pobre
transcurrir no está posibilidad de mirar a un futuro. Domínguez
sobrevive, vive un presente constante, donde lo que importa es cómo
resolver el problema inmediato. Esto es lo que lo llevará a no poder
pensar en la importancia de la decisión que toma. Cuando piensa en
soluciones para su situación, no lo hace de forma profunda, sino de
forma de resolver su inmediatez, porque ese es el mundo en que vive, el
mundo marginal. Y podríamos pensar que sólo es el de Domínguez, pero no
necesariamente es así, ya que la inmediatez es uno de los males que
aquejan a todos los individuos de este mundo mercantil y globalizado,
que han perdido la idea de lo trascendente.
Tres posibilidades se le ocurren
a Domínguez para remediar su situación. Estas van desde lo más cercano,
el sobrino, a lo más desconocido, el circo; como si el personaje fuera
revisando primero su pequeño círculo y lo vaya ampliando. Es interesante
ver como en la elección del circo, él de alguna manera ya está
eligiendo alejarse de sí mismo y de lo afectivo, buscar lo impersonal,
aunque ese mundo lo terminará poniendo frente a sí mismo de la manera
más cruda.
La primera posibilidad que
considera es la del sobrino que vive del otro lado del pueblo. La
ubicación geográfica ya nos presenta a un personaje antitético de
Domínguez. En primer lugar es más joven que él, en segundo está en la
otra punta del pueblo, y tercero se encuentra en una mejor posición
económica que Domínguez.
No es sólo el hecho de que sea
antitético lo que deja esta posibilidad en el ámbito del pensamiento.
También está el hecho de que el sobrino suele “darles consejos”, es
decir reprocharle la vida que lleva. Este reproche llega incluso a la
insinuación de que “siendo tan viejo no hubiera aprendido a vivir”, un
comentario totalmente ofensivo, como si el sobrino, por darle un plato
de comida se creyera con derecho a juzgar una vida, que seguramente
llegó a estas circunstancias como producto de un profundo descreimiento
del mundo. Domínguez es pensionista, por lo tanto un hombre que ha
trabajado antes, pero que su fin ha sido entregarse a esta suerte de
pobre transcurrir, sin trascendencia, hasta la muerte misma. El sobrino
no ve realmente a su tío, ni lo comprende, parece creerse con el derecho
de que por estar en un mejor momento de su vida, y en superioridad de
condiciones, de enseñarle a otros cómo vivir. Domínguez, ante la
indignación, por un plato de comida tiene que “olvidar sus canas” es
decir olvidar su experiencia, su vida misma, su identidad por algo tan
básico como es comer. Algo de orgullo queda en el protagonista como para
no querer ir a pedirle al sobrino, aún en una situación casi límite. El
orgullo es, prácticamente, lo que le recuerda su condición humana. Debe
sostener su impotencia en el gesto “sujetarse las manos”, para no darle
una cachetada al “mocoso” que le recordaría la importancia de tener
respeto a los hombres que han vivido mucho más que él. Ni siquiera ese
gusto puede darse.
Pero en la vida de Domínguez,
siempre hay un “pero”, cada decisión tiene algo que no termina de
convencerlo que lo mantiene inmovilizado o lo lleva ver que el mundo no
es tan lineal y sencillo. En este caso, más allá de su orgullo, el pero
está dado por la expresión tan conocida en nuestro campo “pero dos días
sin comer ablandan el cogote”, sugiriendo a través de la metáfora, la
caída del soberbio. El cuello en alto, señal del hombre orgulloso y
soberbio, quedan blandos, caídos frente a la falta de comida, a lo más
vital para que el hombre se sostenga con vida. Así en nuestro campo se
ablanda el cogote de las gallinas, duras, en varios días en el agua
hirviendo. Todo hombre tiene en algún momento su punto de quiebre.
Pero aún así, Domínguez piensa
en otra posibilidad y descarta la del sobrino. Esta es la de los
bolicheros. Existía un bolichero nuevo en el pueblo a quien podía probar
pidiéndole fiado. Pero otra vez el “pero”, ya que tal vez este
bolichero hubiera sido avisado por otros de que él no era un buen
pagador. Esta actitud de Domínguez de no ser buen pagador puede verse
también a través de varios puntos de vista, pero quién puede juzgar
realmente. Por un lado sabemos que no es una actitud honesta deber y no
pagar, porque esos bolicheros han confiado en Domínguez para darle lo
que necesitaba, y luego él se olvidaba de lo que debía y se iba a
comprar a otros lugares lejanos. Es decir, traicionaba la confianza de
su entorno más inmediato, una forma extraña de “suicidarse”. Por otra
parte, Domínguez justifica su accionar diciendo que “la pensión era muy
chica”, y además por unos días le gustaba ver queso, dulce y vino en su
mesa. Esto que en realidad es un despropósito para la pobreza de
Domínguez, es una pequeña compensación por los años trabajados, por la
tarea que realiza, en que pone en su lugar a su amigo el caballo antes
que a él mismo, una especie de recompensa pequeñísima que le recuerda
que tiene derecho a ser humano, y a gustar de algo tan básico como estos
tres comestibles, que en su vida resultan un lujo, pero también
necesario para sostenerse. Así resulta difícil de juzgar, si bien
sabemos que su actitud no es la más conveniente, visto desde él mismo,
es una pobre situación, que no le da derecho ni a sentirse recompensado
por nada. No hace falta el juicio, pero si la comprensión, de una
situación en la que ambas partes tienen razón.
La forma en que aparece la
posibilidad del circo es casi mágica. Aparece de casualidad. Irrumpe en
la vida de Domínguez, con ruido, algarabía, alegría, y magia, un payado,
un elefante, la cara atractiva del circo. Pero en seguida se muestra la
otra cara, la indiferente, la cruel, fría, despiadada, y viene de la
mano de un niño, alguien que suponemos inocente, y más ligado a la magia
del circo que a la crueldad de este. Pero este niño, representante del
futuro, ya conoce la cara oscura del circo. Es el “hijo menor de
Umpierrez”, lo que refuerza más el contraste entre lo que debería ser un
niño, y lo que es. Este niño viene cargando una bolsa de gatos, con una
gata y seis gatitos recién paridos. La crueldad está ya planteada, un
animal indefenso con sus hijos, serán vendidos para alimentar a las
fieras. Este niño no cree en la magia del circo, sino que sabe que vive
en un mundo frío, mercantil, donde lo principal es la plata, donde lo
sensible no tiene lugar, hay que vivir, o al menos disfrutar de los
placeres que el dinero puede dar. No importa cuánto esto cueste en la
psiquis del hombre, la sensibilidad está dormida, así que sólo importa
lo individual y su necesidad o su deseo. Ese es el mundo del niño, el
mundo que está y que se viene, y el mundo en que Domínguez intenta
sobrevivir. Un mundo deshumanizado y violento.
Es ese mismo niño quien informa a
Domínguez la posibilidad de vender animales al circo. Domínguez
reconoce, dentro de su escala de valores que esto es una “herejía”, sin
embargo no duda en ponerlo en consideración. Para ello hará dos tipo de
justificaciones, una superficial, desprovista de sentimientos, y la otra
más íntima y reconociendo la condición de su caballo.
Ambas justificaciones están
apoyadas por la mirada reflexiva de Domínguez, quien se para al fondo de
su terreno, con su mate, a pensar, con ese ritmo que da esta acción.
La primera justificación está
planteada desde la voz misma de Domínguez, y cargada de puntos
suspensivos (reticencias) imitando así, el pensamiento y su transcurrir.
Por otra parte, la reticencia deja que el lector termine la idea, y
mantiene lo no dicho suspendido en el aire. Sus ideas rondan sobre la
molestia que puede ser un caballo muerto en la planta urbana. Molestia
que le crearía un problema con los vecinos, ya que según su percepción
el caballo va a morir tarde o temprano, y por su condición de viejo será
más la segunda que la primera. No hay en esta reflexión nada humano más
que su problema si llegara a morir, intentando así justificar la
posibilidad de sacrificarlo sin culpa. Pero cuando lo vuelve a mirar y
lo halla “cada vez más flaco”, no puede sostener esa mirada tan
despojada de lo afectivo y se ve obligado a hacer una justificación más
acorde a su amigo.
Para esta segunda mirada,
Domínguez necesita hacer una nueva grafopeya, donde los aspectos
enfermizos del caballo queden remarcados. Es necesario convencerse de
que el caballo enfermo está sufriendo y matarlo sería un acto de amor de
su parte, para que no sufra más. Así ve los ojos con “dos pozos como
nueces”, y con esta comparación lo transforma en un ciego. No sólo eso
ve, sino la imagen abyecta de un grano en el hocico que supura. Y llega a
la última comparación, en la que se para porque lo conecta con lo que
en realidad es el caballo para él, sin embargo no puede detenerse
demasiado en eso, porque sería imposible, entonces cumplir su propósito.
Esta comparación que lo acerca a este caballo humanizado es cuando
dice: “de noche tosía como un hombre”. Domínguez no soporta tal idea, y
enseguida habla de la comida que ya ni puede comer, para llegar a la
conclusión que necesita “con matarlo se le hacía un favor”.
Pero existe un rayo de lucidez
en su pensamiento que lo hace dudar, por ahora y esta: “pero morirse
porque a uno le llegó la hora, o porque quién sabe quién lo ordena, es
una cosa y que a uno lo maten para darle de comer a los bichos que hacen
prueba, es otra cosa…”. Este es un mundo sin Dios, pero no
necesariamente sin conciencia de que la vida o la muerte no deben ser
determinadas por los hombres, sino por una fuerza superior a él. Esta
condición de vida o muerte todavía sigue siendo sagrada en la mente de
Domínguez, pero no por mucho tiempo, y es esta misma condición lo que
conserva de humano esta sociedad deshumanizada. Es un límite, matar para
dar de comer a las fieras es perder el respeto a esta impotencia que el
hombre debe tener frente a la vida y la muerte.
Con esta explicación, Domínguez
parece conformarse, y el narrador pasa ahora a contar un episodio
cotidiano del caballo, que lo describe como un ser de inmensa ternura, y
define la relación entre ambos. El caballo lo espera, lo acompaña, lo
“empuja cariñosamente” calzando su cabeza en las espaldas. Es capaz de
mostrar el cariño que Domínguez prefiere negar, para poder tomar su
decisión. Una vez más el presente histórico “es lo que hace ahora”, nos
muestra lo cotidiano del proceder del caballo, que contrasta con la
reflexión pragmática de Domínguez.
Nudo
Hasta este momento la acción ha
sido predominantemente pasiva. Domínguez reflexiona, y todo sucede en su
cabeza, y en el mundo exterior, el circo que pasa frente a sus ojos.
Sin embargo, a partir de este momento, la acción pasará a ser exterior, y
Domínguez empezará a moverse, ya sin pensar. Esta acción está marcada
por “de tardecita salió”. Es interesante observar el manejo temporal del
cuento. El mismo comienza a la mañana, su nudo se desarrolla en la
tardecita-noche, y el final es en la noche y la madrugada. Parece que
toda la acción se desarrolla en un día, y acercarse a noche es símbolo
del declive, no sólo del fin del caballo, sino también de la vida de
Domínguez, cuya vida cambia y llega a lo más profundo en tan sólo un
día.
La decisión de Domínguez es ir a
ver al bolichero nuevo e intentar pedirle fiado, sino lo conseguía,
tendría que vender al caballo. Una vez más las decisiones de Domínguez
no son de él, sino de las circunstancias externas. No decidirá él
realmente, sino el bolichero, que sin saberlo, empujará a Domínguez a
venderlo. Esto nos muestra un personaje que no es capaz de
responsabilizarse de su propia vida, sino que es llevado,
permanentemente por su necesidad pragmática de satisfacer su hambre,
quitándose de encima toda culpa “¿qué iba a hacer?”, como si la única
alternativa posible fuera esta. Su necesidad apremia, y no existe entre
sus posibilidades, resolver el problema a un mediano plazo, por ejemplo
con un trabajo.
El encuentro con el bolichero es
un ejemplo del mundo mercantil, lleno de hipocresía y desconfianza,
aunque no será tan cruel e indiferente como el diálogo con el encargado
del circo. La hipocresía, despreciable, al menos deja un clima de
cortesía y mentiras.
Domínguez se presenta como no
es, sin embargo no miente, es pensionista, pero también asegura que es
buen pagador, lo cual sabemos que no es cierto, porque él mismo tiene a
los otros bolicheros “marcados y recontramarcados”. Necesita de la
mentira para moverse en este mundo, pero no cuenta con la desconfianza
del otro, que “también era especial”. Frente a los dos o tres pesos que
pide Domínguez, se antepone los cien que son el capital del comerciante.
Esa es la excusa para no fiarle, aunque trata de quedar bien,
diciéndole que los pensionistas le gustan mucho. Él es un trabajador y
no está dispuesto a regalar su trabajo, pero para no perder al cliente
le invita a venir cuando esté mejor asentado. Hay algo irónico en todo
este diálogo, porque lo que verdaderamente mueve al comerciante es la
desconfianza, ve que Domínguez no es exactamente lo que dice ser. Y
Domínguez lo capta en seguida, y se toma su pequeñísima venganza “si
algún día tengo plata, lo que es éste no le compro nada” como si eso
fuera a desequilibrar las finanzas de este comerciante.
El mundo hipócrita del mercado
todavía le dará lugar a pensar esta pequeña venganza, pero cuando se
enfrente al mercado más despiadado, que lo acorrala, ya no tendrá
posibilidad de creerse capaz de algo así. Domínguez irá entrando en
estas leyes de mercado deshumanizado, sin siquiera imaginarse a qué se
enfrenta. Si el mundo ha sido despiadado para él, aún no ha visto nada
hasta llegar al circo. Este pozo en el que el personaje se va metiendo,
contrasta vivamente con el sobrino, joven y engreído, que no parece
saber tampoco al nivel que un ser humano puede llegar a humillarse.
El cuarto momento, marcado por
la estructura formal, corresponde al encuentro de Domínguez y el
encargado del circo. En este momento predomina el diálogo, casi como si
fuera un texto dramático, aunque el clima sirve de introducción para
este mundo podrido.
La atmósfera en la que entra
Domínguez tiene un aspecto onírico (de sueño), más bien de una
pesadilla, ya que nada en él es agradable. Como Dante al entrar al
infierno no podía valerse del sentido de la vista, aquí el personaje,
también en un ambiente parecido a lo infernal, debe valerse de otro
sentido, el olfato; siendo este sentido algo que nos asalta y no se
puede evitar, por más que nos tapemos la nariz. El olor de putrefacción
(“orines y carne podrido”) anuncian también esa decisión cargada de
podredumbre moral que Domínguez estará dispuesto a realizar. Así como el
ambiente estará podrido, también lo estará en breve Domínguez cuando
lleve a cabo su acción. Recordemos que las cosas pudren cuando se
descompone la materia viva. Domínguez y este mundo están podridos en lo
más profundo de su ser, porque su materia viva está sin vida en el caso
del circo, y quedará sin vida en el caso de Domínguez.
Este ambiente infernal y onírico
se refuerza con la oscuridad, que a partir de este momento irá
predominando en el cuento. No puede ver, pero puede oler y escuchar,
quejidos, movimientos, ronquidos, y esta anulación de la vista, que se
repite varias veces, crea inquietud, no se puede reconocer exactamente
lo que rodea al individuo, lo que lo zambulle en un clima de indefensión
en el que Domínguez no repara, ni tampoco lo alerta o lo detiene. Lo
único que puede identificar son los ojos de los tigres y leones.
Domínguez no ve, pero es observado, lo que aumenta la indefensión. Lo
diabólico aparece en la comparación de esos ojos con los botones con
luz. Algo perverso, mágico e inhumano, por lo amenazante, aparece en
esos ojos. Aún así, Domínguez no advierte el peligro de donde está.
El diálogo no será otra cosa que
un reflejo de lo que ya se ha descrito, ya que el que habla, que ni
siquiera es presentado, porque como ser humano no tiene importancia,
será igual de cruel e indiferente, que esas fieras que lo único que les
interesa es la comida. Este diálogo parece un símbolo del mundo
despiadado que se viene.
Domínguez intenta hacer lo mismo
que hizo con el bolichero, porque es la forma que conoce de negociar,
así miente, diciendo que el caballo es sano. Incluso su inseguridad se
muestra en el momento que dice “medio grande”, y el otro pregunta
“gordo”, “no” contesta Domínguez. De alguna manera parece no estar
decidido a mentir totalmente.
La indiferencia, la falta de
afectos en este mundo se ve en varios aspectos. En primer lugar, sin dar
mucha oportunidad, ni siquiera verlo, el encargado pone un precio, y
por más que Domínguez quiera subir ese precio, el otro no se mueve de
eso, y ni siquiera le da lugar, es más, juega con la necesidad de
Domínguez de venderlo. No importa nada, ni el cuero, ni si el caballo
vale más, sólo importa su carne para alimentar a las fieras. Domínguez
intenta hacer valer a su caballo un poco más, ya que lo va a vender, a
traicionar, pero es igual, el encargado es capaz de llegar a la crueldad
más absoluta de decirle “tráigalo sin cuero” como si fuera posible
sacarle la piel a un amigo. Para el encargado, poco importa lo que pueda
sentir Domínguez, sólo interesa el negocio, metáfora de este mundo de
capitalismo feroz.
Mayor es la presión cuando le
dice que lo tiene que llevar hoy porque pasado mañana se van. No le
ahorran a Domínguez nada de su traición. Él que no ha querido nunca
asumir las responsabilidades de su vida, ahora tendrá que enfrentarlas
todas hasta las últimas consecuencias, viéndolo todo, sabiéndolo todo,
sin posibilidad de suavizar esta realidad o su traición.
Es en la última parte del nudo
comienza el lirismo del cuento. Este se muestra en la utilización de
frases muy cortas y la excesiva cantidad de signos de puntuación que
enlentecen el ritmo de la misma. A su vez se repite la expresión
“despacio” porque así vienen los personajes y así tenemos que leerlo a
causa de las pausas. Cada frase parece uno de los pasos de los
personajes. Esta marcha recuerda a la de una peregrinación o la de un
cortejo fúnebre. Ambos personajes manifiesta el peso de ese dolor en su
caminar. Pero nadie lo ve, otra vez la indiferencia de este mundo, nadie
puede comprender lo que ambos sienten, y si lo comprendieran o lo
vieran, tampoco les importa: “casi nadie se daba cuenta de que
caminaban”. La imagen por sí sola refleja el interior de estos
personajes, no obstante, el narrador plantea una frase poética, que
parece reflejar el entorno pero que sugiere mucho más que eso: “Iban en
la oscuridad como otra oscuridad que caminaba”. Son una oscuridad más
oscura que la oscuridad misma. Si lo leemos literalmente es lógico
pensar que en un lugar oscuro hay cosas que son más oscuras por el
cuerpo que ocupan. Pero en este caso no sólo refiere a esto, sino a la
“oscuridad” que aqueja a estos personajes en estas circunstancias. Son
de por sí una oscuridad, unos cuerpos que nadie comprende ni a nadie
interesa. La procesión ahora se reafirma dado que lo oscuro también
sugiere la tristeza. Ellos en si mismo son una nueva oscuridad.
Esta oscuridad empieza a
revelarse en la acción del caballo, quién calza la cabeza en la espalda,
empujándolo, como lo hacía en la segunda parte, cariñosamente. Y aunque
el narrador dice: “sin duda para no perderse”, en realidad este gesto
muestra mucho del caballo. Es como si supiera a dónde lo llevan, y cómo
si supiera lo que Domínguez quiere hacer, pero aún cuando Domínguez lo
está traicionando, mayor dolor es pensar que el caballo, sabiendo, lo
perdona y hasta lo empuja a hacerlo, como si pudiera con esto pagarle
algo del sacrificio, que el mismo Domínguez ha hecho siempre por él.
Esto puede deducirse porque la cabeza la sentía “como un dolor que le
llegaba del caballo”. Este caballo parece ser mucho más que un animal, y
donde nos descuidemos, es más hombre que el mismo Domínguez, porque
parece comprender más que el personaje. Aún cuando Domínguez puede ver
todo esto, no se detiene. Allí está. Sigue su camino como un destino
trágico del que no puede dar vuelta atrás.
El dolor de estos personajes
contrasta con la locura de las bestias que sabiendo que venía comida,
esperan eufóricos la muerte del caballo. No hay lugar para el respeto
del dolor ajeno, ellos no sienten, no pueden compadecerse, no pueden
pensar más que en lo básico y vital como es la comida.
Domínguez no se conforma con
entregarlo, y sin que entendamos bien por qué, tal vez por un afán de
llegar al fondo de esta cuestión, tal vez para saber si iba a sufrir
mucho, pregunta cómo lo matan. La crueldad se presenta ante sus ojos con
el máximo horror, y aún así Domínguez no reacciona. Le dicen que lo
matan pero no le dan de comer enseguida a los leones, sino que los hacen
desear para que parezcan más jóvenes. Ni siquiera la muerte del caballo
servirá para apalear una necesidad inmediata, sino para hacer desear.
No sólo le dicen lo que harán sino que le muestran con qué lo matan, un
marrón lleno de sangre y pelos, con lo que matan a todos los animales.
El dolor, el duelo, la relación afectiva, contrastando con la
bestialidad de este mundo sin sentimientos, podría haber hecho que
Domínguez reaccionara, sin embargo sigue adelante, aunque sale de ahí
“como borracho”. No porque hubiera tomado algo, sino porque sus sentidos
están totalmente aturdidos ante tanta bestialidad, tanta falta de
sensibilidad ante la vida.
Desenlace
El final de este cuento comienza
con el verbo “salió” porque no sólo sale de ese lugar infernal, sino
porque sale de la vida misma, sale también del “sueño” de sus
sentimientos, sale de ese estado en que estaba dormido, en que no
pensaba, ni quiería sentir. Comienza la anagnórisis, el darse cuenta.
Este estado del que se despierta
se da progresivamente, por eso “estaba enfermo”, “con náuseas”, porque
lo que acaba de descubrir no le permite disfrutar como si tal cosa.
Intenta aturdirse un poco con alcohol para tapar sus sentimientos que
ahora lo asaltan. Intenta seguir con su plan de comprar comida, pero no
puede hacerlo normalmente, porque no ha perdido su condición humana,
aunque sabe que se parece más a las fieras definidas arriba que a un ser
humano. ¡Qué lo diferencia de aquellas bestias indiferentes que lo
único que les interesa es la comida y su propia satisfacción!
Pero de esto se dará cuenta
lentamente, por medio del silencio y la soledad total. Escucha al circo,
los ruidos, los aplausos, la alegría del público, y sabe que su amigo
ya está muerto. Esta algarabía contrasta con su tristeza. Los ruidos,
con su silencio. La multitud con su soledad. Las luces del circo con la
noche y la oscuridad que lo rodea.
“En el cielo la estrella de
luces del circo se levanta como un barco detenido”, esta comparación nos
revela algunas cosas. La estrella que sirvió para marcar el camino a
tantos navegantes, que fue señal de lo divino, no tiene sentido en este
mundo sin Dios, cruel e insensible. Marcó un rumbo, pero uno terrible.
Es una estrella artificial, no real. A su vez se compara al circo con un
barco detenido. El circo seguirá su curso, pero se ha llevado lo más
importante para Domínguez, su contacto con la vida, su tarea, el motor
para que él siga andando. Ese circo seguirá su rumbo, mientras Domínguez
quedará detenido para siempre, sumergido en la más absoluta soledad.
“Era muy tarde”, pero no sólo en
la noche, sino en la vida de Domínguez. Ya no hay más nada que hacer, y
el narrador utiliza la metáfora “la noche se había vaciado de golpe”,
ya no tiene nada más sentido, nada va a poder volver a llenar la vida de
Domínguez. Se da cuenta que se parece a las fieras que buscan carne, y
por eso no puede comer el asado que ha comprado. Comerlo sería parecerse
más a ellas. Las náuseas de su acción no le permiten llegar a ese punto
de insensibilidad.
A partir de este momento la
soledad se mostrará a través de todo lo que Domínguez no hace. Es la
reiteración constante de adverbios de negación los que nos muestran y
nos hacen sentir el vacío del personaje: “no comía”, “no fumaba”, “no
estaba triste”, “no hacía nada más”, “no tenía nada que hacer”, “ni
traer pasto”, “nunca, nunca, nunca, lo que se dice nunca”, “nada que
hacer”, “nada”, “nada”. Al no haber una tarea, una posibilidad de
ocuparse de algo, todo resulta absolutamente inútil, la vida misma
pierde su sentido. Para qué esperar la mañana, para qué levantarse cada
día. No existía ni parece existir en Domínguez una proyección de vida.
Accionó y no pensó qué haría después.
Ponerse a llorar tal vez sea una
posibilidad de comenzar, ya que se permitió sentir, lo que hasta ahora
no se había permitido. Con el llanto recupera su humanidad, y con ella
se opone a este mundo insensible, pero no sabemos si esto bastará.
La existencia planteada al
principio con aquellos adverbios terminantes, ahora se resignifican
frente al vacío con prácticamente los mismo términos. Lo que lo unía al
mundo era una “única cosa”, su tarea, al desparecer esta ya nada tiene
sentido.
muy bueno, me fue muy util muchas gracias
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